Y segunda vez que salgo diciendo «volveré»… aunque, no lo oculto, en esta ocasión estoy un poco preocupado porque no haya evento al que volver.
Y es que me ha impactado mucho ver que las cuatro mesas de la pasada edición se han quedado en tan sólo dos, no tanto por el menor número de jugadores, algo apreciable, sino al bajón en el número de másters. Hay que ver lo mucho que depende nuestra afición de esta figura y cuánto impacta en ella la ausencia de tan sólo dos individuos. Pero en fin, espero que esta impresión mía provenga de que sólo he asistido a dos ediciones y la cosa suela moverse con estos altibajos. Me ofrecería también a arbitrar, pero, como ya he dicho en alguna que otra ocasión mi memoria RAM es demasiado limitada como para almacenar un Aventuras en la Marca del Este, no digamos ya el señor tocho de Pathfinder, que depende de tantos modificadores, mecánicas y cucamonas para funcionar como es debido. Que luego hablamos de 4ª…
Pero bueno, que me desvío 😛 Volviendo a la reseña de lo que ocurrió el Sábado, comenzaré diciendo que mi jornada empezó en realidad la tarde anterior, cuando me senté con mi Princesa a seleccionar de entre mi colección de dados los que eran estadísticamente más favorables. Dado que al día siguiente me iba a arbitrar nada menos que mi gafe particular (hecho comprobado de sobra tras una partida en vivo y otra en Comunidad Umbría) tenía que intentar contrarrestar ese aura de negatividad supersticiosa con método científico. Así fui eliminando dados hasta que llegué a un número bastante manejable cuyo resultado… bueno, ya veréis después 😀
La jornada en el Generación X de Puebla comenzó con un poco de desconcierto por la escasez de másters, ya que éramos doce jugadores para tan sólo dos directores de juego. Al final, entre las opciones de mezclar a cadetes con veteranos o hacer mesas homogéneas, el insigne Lato optó por esta última, reservándose para sí a los nuevos cadetes de la Sociedad y dejando a Bester la difícil tarea de lidiar con los que ya llevábamos alguna sesión que otra a nuestras espaldas.
Y así fue como acabamos en la misma mesa Ian, el paladín de JMPR al que conocí en mi primera misión, Davor, el alquimista semiorco de Lank (compañero también de Comunidad Umbría), Arkerion el Guerrero de david, Rashid, el pícaro de Kharma y la Clérigo Kyra, de un jugador cuyo nombre no recuerdo (si lees esto, por favor, ¡manifiéstate en los comentarios! :-P)
Una cosa que me llamó la atención fue que, de seis personajes que había sobre la mesa, sólo había tres facciones en juego: 3 Qadiranos (Arkerion, Rashid y Turom), 2 Andoranos (Ian y Kyra) y 1 Chelixano (Davor). Los «moros» de Golarion en mayoría, jejeje.
Sobre la partida, bueno, no seré yo quien la destripe. Digamos que, salvo la sorpresa inicial que me llevó a interpretar a un mono ( y a sorprender a mis camaradas con un rasgo de estos animales que creía universalmente conocido), el resto de Mists of Mwangi es un conjunto de encuentros que se resuelven únicamente a base de combate. Esto, para un pícaro como el mío, significa que su trabajo se reduce a hacer Ataques Furtivos, flanquear para otorgar bonos de ataque a los demás y llevarte alguna galleta que otra, y para las dos últimas tareas hay clases mucho mejor preparadas que ésta. Si encima no te acompañan las tiradas de ataque, como suele pasarme a mí, pues acabas buscando el mínimo resquicio por donde poder aplicar alguna de tus otras especialidades. Y este escenario no ofrece demasiados huecos, la verdad. En comparación, Citadel of Flame resulta mucho más variado.

Pero, pese a lo que pueda parecer después de leer lo anterior, no me lo pasé mal, qué va. Hubo alguna situación inverosímil, como la de los monos que reseñaba más arriba, muchas risas y tensión que se acumulaba según se nos iban acabando las curaciones de Kyra (siempre diré que lo que pagues por las pociones de curación no es un gasto, sino una inversión). Y además conseguimos las misión de Qadira, algo que siempre viene muy bien, jejeje. Los combates fueron muy fluídos, aunque en ocasiones adolecían del problema del jarrón de Ming (expositores de cristal que salieron indemnes, bombas que no prendieron fuego en animales disecados…), y las descripciones me impresionaron por lo sugerentes y evocadoras, gracias al buen hacer de Bester, que se estrenaba como máster ante gente desconocida y supo guiar con riendas férreas nada menos que seis jugadores. Chapó, maestre.
Y poco más… Ah, se me olvidaba. ¿Resultaron eficaces los dados estadísticos? La respuesta es… a medias. Es decir, las tiradas de combate fueron tan malas como de costumbre y también fallé dos tiradas de salvación claves. Pero también tuve éxitos. Uno de ellos me permitió huir en lugar de atacar (lo sé, no suena muy heroico :-P), otros consiguieron que el grupo encontrara algunos objetos y otro más hizo que lograra enganchar el pomo de un armario con una cuerda desde la otra punta de la habitación. Que sólo sirvió para desencadenar otro combate antes de tiempo… Pero bueno, la cuestión es que la selección estadística anuló a medias el gafe del maestre Bester. La prueba definitiva de que funcionó fue cuando Kharma me cogió 3d6 y sacó un 18 de tirada de daño. ¿Suerte? No, mis dados estadísticos XDDDDD
En fin, que estoy deseando que se convoque cuanto antes la próxima sesión de la Sociedad de Exploradores. A mí me encantaría que se alcance un ritmillo de una al mes, pero ay, qué fácil es decir estas cosas desde el lado del jugador…







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