Como he intentado (sin éxito) expresar por Facebook antes de que mi propio móvil me traicionase, lo del sábado pasado fue una de esas cosas que no te da tiempo a apreciar en todo su esplendor cuando estás allí, en mitad del jaleo. Vamos, que cuando has sacado un 1 natural, Velasco acaba de comunicarte que esa Esfera Llameante te acaba de mandar hasta los -6 puntos de vida, JMPR ha arrastrado tu PJ inconsciente fuera de la habitación y Helena le está haciéndole tragar una poción curativa sustraída a un aturdido Bester, no te estás dando cuenta de que ¡Santa Macumba! ¡Pero si estás en la misma mesa con Helena, JMPR y Bester, y que tu máster es el mismísimo Velasco!
Pero empecemos por el principio. Hace un par de semanas que decidí apuntarme a la Sociedad de Exploradores, animado por las buenas referencias de Bester y la insinuación de que Velasco iba a salir de su refugio secreto para arbitrar una partida. Lo cierto es que hacerse un personaje fue un dolor de muelas, entre skills, ranks, traits, CMDs y demás. Menos mal que encontré el Pathfinder SRD y este generador online de personajes, y más o menos me apañé, pero vamos, que hay que tener en cuenta que no todas las opciones son «legales» para la Society. Para eso también recomiendo vivamente leerse la Guía de la Pathfinder Society, que es gratuita.

Esa guía no sólo es útil para montarte el personaje, sino también para entender todo el mecanismo y las particularidades de esto del Juego Organizado, que difiere en aspectos importantes del juego normal. Por ejemplo, los puntos de experiencia como tales no existen, por cada «partida oficial» te dan un punto, y con tres puntos subes de nivel. Además, el tesoro que se encuentre no pasa automáticamente a manos de quienes lo encontraron y/o se lo repartieron: al acabar cada aventura te dan cierta cantidad de oro, fija para todos, y con él puedes comprar esos objetos mágicos que has encontrado (si te da la pasta) u otros más utilitarios, tipo pociones, pergaminos y otro equipo normal. También está el tema de las facciones: al crear el personaje eliges una de entre las cinco que hay, y en cada aventura tu facción te encarga unos objetivos secundarios que, de cumplirlos, te otorgan puntos de prestigio. Estos puntos se pueden gastar en cualquier momento para recibir beneficios temporales, normalmente de tipo curativo, además de representar lo bien que estás considerado dentro de tu facción. Lo dicho, merece la pena leérselo antes de ir a una quedada de estas.
En Generación X la cosa estuvo muy bien. Tras una breve introducción se nos distribuyó en grupos y me «tocó» en la mesa de Velasco, junto con Bester y Raúl, que ya habían estado en la convocatoria anterior, y Jose Manuel y Helena, que eran cadetes como yo. Me encantó comprobar que había cierta camaradería entre los que estuvieron la otra vez, aunque les tocara en mesas separadas, y que la timidez inicial de los novatos como yo se disipara prácticamente en cero coma. Lo cual no era de extrañar con el buen ambiente que reinaba.
De la aventura no diré nada para no estropearos nada si os toca jugarla en el futuro. Sólo diré que son apenas cuatro encuentros de combate y nos tiramos más de cuatro horas con ella, lo cual supongo que refleja el nerviosismo y la cautela con la que nos enfrentamos al escenario. Y creedme que, si hubierais estado en nuestro lugar, habríais hecho igual con esa cara de póker de Velasco y sus risas malévolas cuando la cagábamos 😀 Y pese a todo la completamos con éxito, gracias al pedazo de equipo en el que estaba «empotrado».
Para que os hagáis una idea de cómo se las gastaban en mi grupo, el paladín de JMPR no sólo me salvó de una muerte segura (gracias, maese) y se interpuso como buen tanque entre nosotros y las iras de los bichos a los que nos enfrentamos. Es que encima acabó con el encuentro final de una forma verdaderamente espectacular: desde el suelo sacó una daga y la arrojó con mortal puntería sobre nuestro oponente, que acababa de volver a resucitar. Vamos, casi pude ver mentalmente la escena, con su cámara lenta obligatoria, claro 😛
Por otra parte, Raúl hizo que la clérigo nos pusiera en evidencia a los dos pícaros que íbamos en el grupo, ya que ella solita descubrió dos cuerpos semienterrados con pociones útiles y, lo que es más importante, ¡la puerta secreta que era la clave del segundo encuentro!. Además se complementó especialmente bien con el paladín en el combate, y si no fuera por sus curaciones mi personaje la habría palmado en más de una ocasión.
Mi colega de profesión, Helena, me demostró en repetidas ocasiones que no todo es flanqueo y acrobacias en la vida de un pícaro. Sin tirar un solo dado nos ayudó a pasar indemnes por cierto rito iniciático al interpretar correctamente las inscripciones (a diferencia de mi personaje, jajajja) Además demostró su habilidad con la ballesta en numerosas ocasiones, como cuando derribó con su saeta al tercer encuentro, y con su ingenio desentrañó cómo podíamos llevarnos lo que teníamos que llevarnos.
Y Bester hizo que su mago pareciera sacado de un CSI medieval. Lo mismo te averiguaba la verosimilitud de los hechos escenificados en un tapiz que la duración de cierto hechizo enemigo. Tuvo también la suficiente previsión como para comprar pociones de curación con el dinero de su aventura anterior, las cuales ofreció con una generosidad digna de una Misionera de la Caridad… y menos mal, porque gracias a ellas mi personaje pudo contarlo. Lástima que la suerte no estuviera de su lado en el lanzamiento de hechizos, porque, si llega a salirle la mitad de lo que lanzó, el escenario habría sido un verdadero paseo.
Respecto a mi personaje… bueno, baste decir que estoy esperando a que los compañeros de Outcasted me saquen en su próxima edición de Impactos Críticos XDDD. Mis aportaciones más valiosas se reducen a recibir el hechizo que reseñaba más arriba, salvando así a los demás de tal sufrimiento, y a realizar sobre mi cara cierto ritual incinerador, para que los demás vieran los flamígeros efectos de hacer caso de ciertas inscripciones 😛 Por mi parte, me apunto el llevar preparadas algunas frases hechas para la próxima vez, ya que hubo alguna situación que merecía un «¿Sabes que es de mala educación dar la espalda a alguien con Ataque Furtivo, preciosa?» Ah, y también no dejar ni un hueco de la aventura sin registrar, porque no fui capaz de cumplir ninguna de las misiones de facción, a diferencia de mis compañeros, que al menos se llevaron un puntillo.
También tomo nota de lo práctico que fue contar con el Flip-Mat de Velasco para ir dibujando con los rotuladores el escenario que íbamos descubriendo a cada paso, y también eso de contar con fichas de parchís para nosotros, aunque Bester ya venía preparado con su figurita, claro. Gracias a ese mapa, y a algún «concept draw» de JMRP dibujado sobre la marcha, fue realmente sencillo meterse en situación.
Al acabar nos dimos cuenta de que éramos la penúltima mesa terminar la partida, y fue cuando el máster rellenó las respectivas hojas de aventura para cada una: oro ganado, el puntito de experiencia y una firma del máster para hacer oficial la participación. Hoja que hay que llevar a las siguientes convocatorias… con lo que me temo que si alguna vez llegamos a nivel 10 deberíamos ir con un archivador para las treinta hojas de aventuras. Pero es toda una satisfacción entrar en tu apartadito de Paizo de la Pathfinder Society y ver que esa partida consta a nivel oficial. ¡Ains, qué ilusión!
¿Repetiré? Pues, a menos que haya algún impepinable, desde luego que sí. Es más, a pesar de que uno de los atractivos de la Sociedad es que hagas «intercambio» de grupos y de másters, me encantaría volver a formar equipo con Rakhaton, Mei, Ian y Reik y lanzarme con ellos a otra misión bajo la atenta supervisión de Velasco. No todos los días se encuentra uno tan a gusto como me encontré el otro día, y menos con gente que acaba de conocer.
Otra cosa es que ellos quieran volver a contar con Turom el pícaro metepatas, claro…. 😀






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