Bueno, pues ya está. Me ha costado su tiempo (desde el 10 de diciembre), pero al fin he terminado de migrar 517 imágenes desde Photobucket aquí, al mismo alojamiento del blog.
Y ojalá hubiera sido tan sencillo como descargarlas de una sola vez y cargarlas en bloque… pero no. He tenido que recorrerme las 411 entradas con imágenes que tiraban de allí, desde febrero de 2009 hasta julio de 2017, para borrarlas, subirlas a la Biblioteca de Medios del blog e incorporarlas una a una dentro de cada entrada.
De esta manera ya no os encontraréis ninguna imagen así:

Y deberían salir todas asá:

Pero ¿por qué pasaba todo esto?
Resulta que allá por 2009, cuando decidí llevarme el blog desde el WordPress gratis a un hosting propio, los niveles de servicio que me podía permitir no te dejaban mucha capacidad de disco duro. Así que al ritmo que escribía por aquel entonces, y teniendo en cuenta que en cada entrada habría un mínimo de dos o tres imágenes, calculaba que acabaría quedándome sin espacio muy pronto si las alojaba en el blog.
Por eso aquel mismo año me apunté a Photobucket, que ofrecía alojar gratuitamente todas las imágenes y enlazarlas desde donde se quisiera, siempre y cuando no excediera de cierto ancho de banda. Sin embargo, ese ancho de banda se acabó pronto y no me importó pagar 25$ anuales (¡de los de entonces!) por tener una cuenta premium con ellos durante 3 años.
Después me pasé al plan de 9€ anuales por tener las imágenes alojadas allí, con la capacidad de poder enlazarlas sin problemas desde el blog. Y así seguía cumpliendo aquella vieja máxima de no tener todos los huevos en la misma cesta.
Sin embargo, en 2017 Photobucket decidió dar un golpe de timón: subió el precio de todos los niveles de servicio, restringiendo esto de enlazar las imágenes únicamente para el nivel de 400$ anuales.

Y… obviamente, pues no.
Así que desde aquel momento las imágenes de los artículos más antiguos, que aún estaban en Photobucket, aparecían en el blog como veíais más arriba, con esa marca de agua en medio. Y era un incordio, pero no era tan grave como para estar en mi lista de prioridades.
Lista en la que entró de repente cuando el año pasado comenzaron a enviarme correos bastante insistentes sobre que mis fotos excedían la capacidad de la cuenta, amenzando con que iban a borrar las fotos si no volvía al redil de pago. Y ahí es cuando ya me he hartado, y en cuanto he tenido tiempo (casi un año después) me he dado la panzada a cambiarlo.
Viajando al pasado
La parte buena (alguna tenía que tener) es haberme releído casi todo el blog y haber recordado tantos eventos, situaciones, productos, herramientas, opiniones, compañeros, páginas ya extintas, etc que tenía casi olvidados.
También ha sido divertido y hasta instructivo ir viendo las diferentes etapas por las que ha transcurrido el blog: desde la libertad absoluta de temática y extensión, pasando al agobio autoimpuesto por que las entradas fueran cada vez más completas y bien hechas… y, de vez en cuando, esos intentos de volver a esa «libertad» primigenia a través del microblogging. Y todo por pura autoexigencia, porque jamás he tenido presiones externas para cambiar estilo o enfoques. Muy muy curioso.
Y hablando de curiosidades, hay que ver cuántas veces ha cambiado WordPress la forma de incrustar vídeos de Youtube. He contando al menos tres códigos diferentes que había que añadirle a la URL del vídeo y que los siguientes cambios volvían obsoletos… así que, ya puestos, también he ido recuperando los vídeos de aquel entonces en las entradas correspondientes.
Ah, y una última curiosidad: al final, con todas las imágenes aquí, el espacio que ocupa el blog son casi 7 Gigas. Ya hay hostings barateiros a los que no puedo acceder.
En definitiva
Otro ejemplo más (y ¿cuántos van ya?) de que nada es para siempre, y en internet mucho menos. Habrá que hacer caso a los sabios de siempre e intentar disfrutar del viaje. De cualquier viaje.
Ah, ¿recuperar otra vez el ritmo de publicar por aquí, ahora que las redes sociales se mueren otra vez, que la OGL patatín y patatán…? Pues no te diría yo que no. Pero bueno, he dicho lo mismo tantas veces en el pasado que no me lo creo ni yo.
Y aun así, por aquí sigo 😛
P.D.: ¡Feliz 2023! Aunque después de aquella felicitación de 2020, casi como que me da miedo felicitar años nuevos.
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