Hace un par de meses que me propuse un reto. Aprovechando que el dólar está tan barato y que ahora conozco los mecanismos de Ebay, me dije… ¿por qué no hacer realidad aquella vieja aspiración mía de tener todas las cajas de D&D?
Mmmm… asumo que sabéis a qué me refiero con la caja de D&D, ¿verdad? Los roleros viejos seguro que recordáis esto:

Supongo que también recordaréis que Dalmau sólo tradujo esta caja y tres módulos, dejándonos en los niveles 1-3… pero oye, trajo el rol a España allá por el 85. Y a mí me inició en una senda que desde entonces no he abandonado.
Recuerdo que cuando yo contaba con tan sólo 11 primaveras vivíamos la fiebre del librojuego. La verdad es que nunca fui de los que jugaban siempre al fútbol, y tuve la suerte de encontrar otros niños que también preferían leer esos librillos en los que podías ser un caballero, un piloto espacial o un corredor de rallyes y decidir por tí mismo qué hacer.


Del primero no recuerdo mucho, pero del segundo esta frase «Hay gente con cuerpo de león y corazón de ratón, y gente con el cuerpo de ratón y el corazón de león». Verdades de la vida entre espadazos y huídas por los pelos…
Recuerdo que comenzamos con aquellos de «Elige tu propia aventura», pero luego saltamos a los de «D&D, Aventura sin fin»… y de pronto un día uno de los niños habituales, Santiago Seijo, nos abrió la puerta al siguiente «nivel».
– Pues mi hermano tiene un juego en el que puedes hacer lo mismo que en estos libros. De hecho se llama igual, Dungeons & Dragons.
– ¡Anda! ¿De verdad? ¿Y cómo es, como el Monopoly?
– No, no viene ningún tablero.
Miradas de desconcierto. En aquel entonces las mayores innovaciones en los juegos de mesa eran el Tragabolas o el Sobrevive, que aunque no tenían tablero con casillitas propiamente, al menos tenía algo que poner en la mesa, delante de los jugadores. Algo para tocar y ver…
– ¿Y tiene fichas?
– Bueno, puedes llevar una figurita que te representa…
– ¿Pero qué haces con ella? ¡Si dices que no hay tablero!
– Ya, pero el tablero lo dibujas y luego pones la figura encima.
Nosotros a esas alturas ya estábamos flipando en colores, claro. Y mira que debíamos tener una imaginación desbordante por aquella época, pero nada, era como tratar de entender aquello de Dios es Uno y Trino. Así que Yago no tuvo más remedio que traerse el juego, fotocopiamos el manual del jugador (inserte ud. aquí una ácida y a la vez viejuna observación sobre cómo nos buscábamos la vida en aquellos tiempos cuando no existía internet) y nos lo leímos ávidamente.
Y al día siguiente comenzamos la aventura. Todavía recuerdo el gusano carroñero que aparece al principio de la aventura del libro del Máster. El maldito tenía sólo diez puntos de golpe, pero también ocho ataques cada asalto con posibilidad de paralizar… caímos seis o siete veces, un grupo entero de cinco jugadores.

Para los listos: no, no había ningún elfo en el grupo. Puede que fuéramos unos protofrikis, pero ni de coña tan nenazas como para llevar a uno de estos dos de arriba.
Y ahí empezó todo. Por supuesto nos enganchamos de inmediato. Un día vi que había un montón de cajas rojas de D&D en la librería GEA de la Vaguada (que en aquel tiempo estaba en la planta baja, donde hoy están las máquinas tragaperras del New Park) y me compré una.
Sin embargo los tres niveles se nos hicieron muy cortitos. Pronto alguien nos informó de que en Inglaterra había más cajas, y al poco nos hicieron llegar fotocopias de unas fotocopias de las reglas del Expert, (inserte ud. de nuevo otra observación sarcástica y punzante sobre este fabuloso logro en un mundo preinternet) con las últimas sílabas de cada renglón mutiladas. Uauh, ahora podíamos explorar junglas, desiertos y montañas, al tiempo que nuestra profesora de inglés, Mara, estaba maravillada.
Y no mucho más tarde mi padre me encuadernó en el servicio de reprografía del colegio las fotocopias de las fotocopias del Companion. Y aquello ya era la caña, con reglas para tener tu propio reino y para batallas entre ejércitos completos.
Pero la vida sigue, y la publicación de juegos de rol también. Pronto descubrí el Runequest de Joc y me convertí a su religión de personajes sin clases y un ambiente más histórico, y abandoné el D&D.
Hoy día, más de veinte años después, resulta que por fin es posible realizar ese sueño de niñez, así que me he dicho «¿Por qué no?». Y éste es el resultado de momento:

Las cajas Basic, Expert, Companion y Máster, y la Rules Cyclopedia. Las cajas están en distintos grados de conservación, pero todos los manuales están casi intactos.
Hoy, a falta de conseguir la caja del Inmortals, creo que ya puedo darle un codazo a mi yo de doce años, guiñarle un ojo y decirle «¿Ves? Al final lo logramos».
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