Religión y ética

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Como he comentado anteriormente, tengo una Princesa de 4 meses y medio que, como era de esperar, nos ha cambiado la vida a su madre y a mí en todos los sentidos. Pero tranquilos, que no enumeraré la cantidad de cosas que cambian, para eso ya hay otras webs y otros blogs ahí afuera, jajaja.

El pasado sábado bautizamos a la Princesa. Se portó muy muy bien durante la ceremonia y durante el jolgorio de después, menos mal que ha heredado algo de la pachorrilla y el estoicismo de su padre. Pero ahora que ha pasado todo el jaleo y hemos podido reposar un poco, mi Reina y yo nos estamos haciendo algunas preguntas sobre qué pasará después.

Es verdad que en las entrevistas previas al bautizo los curas nos hicieron esta pregunta, pero la entendimos como una especie de crítica a nosotros. Al fin y al cabo los dos hemos sido de misa dominical hasta los veintipico, y mi Reina incluso estuvo en temas de Cáritas parroquial y todas esas mandangas, por lo que creíamos que la pregunta iba encaminada a hacernos volver al redil. Sin embargo, es cierto que si queremos que nuestra Princesa empiece en el mundo de la Iglesia, vamos a tener que darle ejemplo nosotros para que no haya preguntas… y eso implicará volver a la misa dominical.

Lo cual no dejará de tener su gracia a estas alturas.

Supongo que sería mucho más fácil que nuestra Princesa tampoco fuera a misa. Pero hoy por hoy pienso que la religión, al menos la católica, sirve muy bien para inculcar una serie de valores básicos en los niños que, si bien podríamos inculcarlos nosotros mismos (y lo haremos, desde luego), vienen dentro de un marco bastante más atractivo que una aburrida clase de ética. ¿Qué llamará más la atención de un niño, un profesor desde la mesa de su clase o un cura ataviado con sus ropajes y en su iglesia? Por no hablar de que lo que mola la historia de un tipo que tiene poderes, les vacila a sus discípulos y a todos sus coetáneos y luego deja que le maten pero vuelve de entre los muertos. ¿Cómo puede competir Kant con eso?

«Espera, espera, fijo que en el último momento se salva. Oh, mierda…»

Y al final el mensaje con el que te quedas es el mismo: hay que obedecer unas normas elementales para convivir los unos con los otros y poder dormir sin establecer turnos de guardia. Lo demás, lo del cielo, el infierno, los superpoderes y todo eso no dejan de ser un bonito envoltorio que estoy seguro que mi Princesa, con el paso del tiempo, acabará por desenvolver y desechar. Como hicimos mi Reina y yo antes que ella, y no nos ha ido tan mal.

Sin embargo, hasta que llegue ese momento, tendremos que volver a madrugar los domingos para pasar un par de horas en la Iglesia. Y conocer de nuevo a los vecinos, a hacer vida de barrio y a pasear los domingos por la mañana por el parque.

Mmmm… no parece tan mal plan, después de todo…

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