Hace poco tuve la repentina oportunidad de jugar este videojuego del año pasado, emocionado porque aún recordaba este anuncio que echaron en todas las teles:
Fantástico por todo lo que sugiere. La melancolía del protagonista al ver ese resto de estatua, metáfora de cómo eran las cosas antes de la guerra y cómo son ahora… la soledad en medio de una ciudad en llamas, con enemigos que apenas percibe con el rabillo del ojo, y que cuando por fin aparecen resultan ser tan avasalladores que no hay demasiadas esperanzas.
Un 10 a los chicos de marketing. Un trabajo soberbio, sobre todo porque lograron sacar todo eso de un juego donde no hay absolutamente nada. No hay melancolía del protagonista, hay un par de recuerdos de cómo era la ciudad sazonados con algún comentario de tío duro. No hay soledad, siempre llevas al menos a un compañero. No hay sensación de angustia con enemigos acechantes, los Locust son de todo menos sutiles y vienen siempre de siete en siete.
Al final se encuentra uno atrapado en una especie de atracción del Parque de Atracciones, con un rumbo prefijado del que no te puedes salir, admirando los escenarios y yendo de tiroteo en tiroteo. Que sí, que el sistema de coberturas y tal mola al principio, pero en el combate cuatrocientos treinta y dos yo ya estaba bastante harto. Sobre todo porque lo único que me impulsaba a seguir hasta el final era ver si la historia avanzaba algo o se ponía más interesante.
Pero nada de nada. La historia es más plana que el encefalograma de un concursante de Gran Hermano, y los personajes tienen el mismo carisma e interés potencial que Darth Maul: cero patatero.
De hecho el reparto está compuesto en su totalidad (salvando una fugaz rubia que luego es una voz en off) de hipermusculados mandíbulas-cuadradas que podrían ganarse la vida perfectamente como porteros de discoteca cuando acabe la guerra.
Lo peor es la sensación de que podrían haberse currado una historia medianamente interesante con todos los elementos que tienen. Desde la extraña simbiosis entre esas bestias y los Locust, pasando por los motivos de la guerra o incluso las dos pinceladas de trasfondo que se nos dan del propio protagonista. Todo está ahí. Pero debe ser que la pasta se acabó antes de poder contratar un par de guionistas medio solventes que le dieran una buena vuelta a todo esto.
En fin, si hubiera pagado los 60 euros que costó este juego en su momento me habría acordado bastante de la madre de los publicistas. Bueno, y también de los de Gamespy y Meristation, que le hicieron unas críticas casi basadas por entero en el motor gráfico, poniéndole unas notas que ni Half-Life. Y qué queréis que os diga, en mi opinión Gears of War no le llega ni a la suela del zapato, le pese a quien le pese. Ya quisiera.
EDITADO: incorporo un enlace en «le pese a quien le pese» a una revisión totalmente opuesta a la mía de este juego, que también enlaza a esta entrada. ¡Gracias, Gonzix!
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