Efectivamente. A pesar de los antecedentes familiares (prácticamente todo nuestro entorno familiar tiene descendencia de un solo sexo), ¡será un niño! Y lo más importante, parece que viene perfectamente.
Aunque yo ya estaba mentalmente dispuesto para otra niña, no voy a negar que me hace mucha ilusión que sea un chaval. Para empezar, ya no tengo sobre mí cierta presión autoimpuesta sobre la continuidad del nombre de mi abuelo, de mi padre y del mío propio. Sí, sé que es una tontería, pero no veas qué alivio.
También está el tema de los juguetes. Después de seis años en el que han reinado en solitario las muñecas y las Pinipon, empiezo a ver con esperanza las futuras cartas a los Reyes Magos. ¡Por fin podré mirar de frente las figuras de superhéroes o las cajas de Playmobil! ¡Ya tengo excusa para hacerme con algún set de Lego!
Y lo mejor es que va a tener la inmensa suerte de tener una hermana que compartirá más de una afición. Nos ha a salido una pequeña devoralibros a la que le encantan los dibujos de Phineas y Ferb, Kung Fu Panda, los superhéroes y el rol improvisado, y experta en el manejo de las armas de gomaespuma y las pistolas Nerf. Así que, a menos que salga un futbolero recalcitrante, se lo va a pasar bastante bien en casa.
Por cierto, ella se lo ha tomado bastante bien. Aunque es inevitable que a veces le asalten dudas sobre si querremos más al bebé, no pasa ni un día sin que salude a su hermano o mime a su mamá. Y nosotros haremos todo lo posible por que se sienta también protagonista. Porque, desde luego, seguirá siendo nuestra Princesita.
Y ya sólo queda desear que mejore el embarazo de mi Reina, porque está llevando uno de los peores embarazos que conozco de mis alrededores. Menos mal que… ¡ya queda menos! ¡Mucho ánimo, mi amor!
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