Como os comentaba en la entrada anterior, The Escapist nos anima a leer libros de rol en público a lo largo de esta semana. Bueno, en realidad nos anima a hacerlo durante tres semanas al año, y ésta es una de ellas, coincidiendo con la fecha de la muerte del Gran Master. (Por cierto, quiero felicitar a Ricardo Fuente por su traducción: ¡Olé!)
El problema que tengo es que apenas piso lugares públicos entre semana. No voy en transporte público, no frecuento cafeterías ni voy al parque, y menos con este tiempo. Mi día a día es levantarme, coger el coche, aparcar en el curro, salir del curro, coger el coche, aparcar cerca de casa y a casita. Vamos, una vida como la que profetizaba Cyberpunk 2020 para la clase media. Así que ¿cómo contribuir a la causa?
La única localización que se me ocurrió que podría servir como «pública» es la cafetería del curro. Así que ni corto ni perezoso pillé un libro, una cámara, y le pedí a mis compañeras J. y S. que me hicieran una foto leyéndolo. Y he aquí el resultado:

Obviamente, lo interesante de esta iniciativa es provocar que la gente te pregunte qué lees y tú les puedas explicas un poco más sobre tu afición. Aquí es donde te la juegas de verdad, sobre todo si tiendes a irte por las ramas como yo.
Afortunadamente esta edición de Aquelarre vino en mi ayuda: en la primera hoja viene la famosa sección «¿Qué es un juego de rol?» explicada en unos términos muy sencillos y cautivadores: «¿Nunca te ha pasado, amigo lector, que viendo una película el protagonista toma una decisión estúpida que tú no habrías tomado jamás?» (O algo así, creo recordar)
Así que en cuanto mi compañera J. me devolvió la cámara de fotos, lo primero que hizo fue cogerme el libro y ver de qué iba… abriendo precisamente esa página.

Por supuesto tanto J. como S. se sintieron bastante identificadas con el texto, y lo suficientemente intrigadas como para que me pidieran que les explicara cómo se juega. Chapó, Mr. Ibañez.
Al principio les extrañó que no hubiera ni tablero ni fichas ni nada (lo cual me trajo ciertos recuerdos), pero de pronto sucedió: entre bromas del curro y tal J. dijo que quería ser bruja, y S. contestó que ya puestos podría ser una dama de la corte. Inmediatamente se me ocurrió una historia tipo la Celestina, donde J. ayudaría a S. a biencasarse, y así se lo expliqué. Pero ellas inmediatamente dijeron que qué leches, habiendo magia por medio lo que harían sería beneficiarse al rey. A esto siguió una ojeada al bestiario con una lectura en voz alta de la Dama de Amboto, junto con una sugerencia por mi parte de que tal vez J. tendría que invocarla para aprender el conjuro necesario para subyugar al rey…

Pero nos dimos cuenta de que era hora de volver a currar, con lo que lo terminamos ahí. J. comentó que le había encantado echar a volar así la imaginación, cosa que aproveché para proponerles probar cierto escenario tipo «Perdidos» que ya he comentado por aquí. Y no sólo aceptaron encantadas, sino que vamos a enrolar a otros dos compañeros más para pasar una tarde de comida, café y rol en casa de J.
En definitiva, éxito al 100% de la iniciativa, y un gran porcentaje debido al oportuno párrafo escrito por Ricard Ibañez de una forma tan acertada y ubicado en la situación idónea. Para que luego algunos duden sobre si sigue haciendo falta el «¿Qué es un juego de rol?».
Así que ya sabéis, compañeros: funciona. Todo es ponerse.
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