Pues ésta es la razón por la que llevo desaparecido desde antes de verano y que me va a mantener con un perfil bajo durante un mes y pico más, por lo menos.
Y es que no es tan fácil como decir «hale, vámonos a otra casa» y ya está. Ojalá. Un cambio de domicilio conlleva una auténtica constelación de decisiones, cálculos, trámites y detalles que hay que estudiar con la máxima atención, porque van a condicionar nuestra vida de aquí en adelante. No sólo por los metros cuadrados o la distancia a la que tendremos los colegios, trabajos, hospitales, etc, sino también por la pasta que nos quedará cada mes para lujos como comer, vestirse o tener luz. Así que no queda otra que echarle todas las horas posibles y pensárselo todo muy bien, que nos la jugamos de verdad.
Lo cierto es que sabíamos que tendríamos que cambiarnos a otra casa casi desde el mismo momento en que nos confirmaron que nuestra Princesa iba a tener un hermano y no una hermana. Lo que no teníamos claro era si iba a ser más tarde o más temprano. Pero cuando comprobamos lo rápido que está creciendo el Bárbaro (que va dejando atrás lo de «pequeño» a pasos agigantados) y la tendencia que va tomando el precio de la vivienda, decidimos que ahora era el momento. Y a finales de mayo nos pusimos en serio a la tarea.
Tengo que confesar que esta entrada iba a ser un tochopost lleno de detalles sobre cada etapa que vamos atravesando (venta de la casa, negociación de la hipoteca, compra de la casa, reforma, mudanza… ) pensando en que podría serle útil a quien estuviera a punto de hacer lo mismo. Sin embargo, hace unos días me dio por leer el borrador con otros ojos y me encontré con una monstruosidad de temas y datos de la «vida real» que iba a desentonar con el tono general del blog cual encimera de madera sobre suelo porcelánico gris. Lo descarté y me puse a escribir desde cero, sin más intención que plasmar lo que me ronda por la cabeza ahora mismo. Y éste es el resultado.
Arriba las llaves antiguas, abajo las nuevas. Ambos son llaveros de los Exploradores de Camelot, regalo de un Explorador que se los curró allá por 2000. Ya veis, chicos, os he tenido estos 15 años en mi mente. . . y en mi bolsillo. Y os seguiré teniendo en ambos. 😉
Y es que, aunque me encanta la perspectiva del cambio y cómo está quedando la nueva casa con la reforma, no puedo evitar sentir una punzada de añoranza por la que dejamos atrás. Cuando la compramos allá por 2002 ya tenía la vaga idea de que no iba a ser la definitiva, pero aun así voy a echarla de menos. Ha sido el escenario de tantos principios nuestros… de nuestra vida de casados, de la vida de nuestros peques y de muchísimos otros proyectos que hemos empezado allí. Como, sin ir más lejos, este mismo blog que estáis leyendo ahora.
A mi Reina también le pasa lo que a mí. Sin embargo, para el Pequeño Bárbaro la «vieja casa» no será más que esos suelos y paredes que salen en sus fotos y vídeos de bebé. La que lo ha llevado un poco peor es mi Princesa. Ya está echando de menos su ventana con su árbol, al que ha observado cómo cambiababa con cada estación desde que nació. Ay, mi pobre Princesa…
Pero bueno, esperemos que las vistas de su nueva habitación le ayuden a ir superando el cambio. Seguro que acabará apreciando que va a vivir en una casa más grande, con una plaza interior y una piscina que hará más llevaderos los veranos cada vez más calurosos que harán por aquí. Y todo ello a 300 metros de donde vivía antes, yendo a su mismo cole y sin moverse del barrio que les vio nacer, a ellos y a nosotros. Por algo somos barriodelpilareños hasta la médula.
Como nota curiosa, resulta que la nueva casa está en la misma urbanización que veía desde la ventana de mi habitación, en casa de mis padres. Durante 30 años he envidiado cómo se lo pasaban los jodíos en la piscina. Pues mira por dónde, después de haber visitado una decena de casas en 5 kms a la redonda, al final he acabado siendo uno de esos jodíos 😀 . Creo que mi yo de 12 años va a tener un moratón en el costado con tanto codazo.
Aunque bueno, esto aún no se ha acabado. Es verdad que lo más intenso lo pasamos en agosto, en este verano sin playa, pero aún nos queda finalizar las obras (pufff) y la mudanza, que ya llevamos preparando desde hace semanas. Y luego vendrá ese período de adaptación en el que tendremos que realizar pequeños ajustes imprevistos tipo “uy, nos falta un mueble en este rincón”… con lo que calculo que para noviembre podremos dar por finalizada la odisea.

Así que ya veis, todavía tengo entretenimiento para una temporadita. Entre tanto, el frente friki lo tengo bastante en segundo plano, limitándome a apuntar breves notas para desarrollar más adelante, a leer por encima redes sociales y blogs y a echar alguna partida que otra por la noche, cuando el cerebro ya no da más que para actos reflejos y básicos. No me ha quedado otra que mantenerme al margen de actividades y eventos de mayor entidad, como las SGRIs o, sin ir más lejos, las Ludo Ergo Sum que se van a celebrar este fin de semana. Será la primera vez que no vaya en los últimos cuatro años, y ya estoy echando de menos no poder ver a tanta gente con la que tengo tantas ganas de compartir algo de tiempo, yantar y chanzas. Más vale que las LES 2016 se preparen porque pienso desquitarme.
En fin, tengo curiosidad por saber qué pasa cuando se acabe todo esto. Yo espero que tanto cambio también influya de alguna manera en mis hábitos de escritura, y ese rincón que me ha habilitado mi Reina me motive para volver con fuerzas redobladas por aquí. ¿Lo conseguiré? Pues… por aquí mismo se verá, supongo 😛
Responder a Eduardo Martínez Cancelar la respuesta