Por fin creo haber encontrado el mejor sistema para iniciar a los niños en el rol: El del Juego Narrativo «El Príncipe Valiente», diseñado, como no podía ser menos, por Greg Stafford, que Dios guarde muchos años.
Y es que, como le decía a Carlos en los comentarios del tema de la Feria del Libro, soy un auténtico fan de este diseñador. Puede que Gary Gygax inventara el rol, pero yo siempre he sido más Runequestero que Dungeonero. Desde el propio Runequest, pasando por Pendragon, Cthulhu y el último Heroquest, siempre me he sentido muy cómodo con todos los juegos del sr. Stafford. Sus reglamentos son coherentes, sencillos de entender y muy flexibles.

El Amo. Punto.
Recientemente pude hacerme con una copia en Dracotienda y descubrí que El Príncipe Valiente no es una excepción en la obra de Stafford. Todo lo contrario, es el culmen de la sencillez y la flexibilidad. Quizás incluso demasiado sencillo y flexible. Los atributos son sólo Músculo (que cubre todo lo que es Fuerza, Destreza y Constitución del D&D) y Presencia (que cubre la Inteligencia, Sabiduría y Carisma), y cada uno tiene un valor que es el número de monedas que se lanzan para realizar una prueba. A esas monedas se pueden añadir las de una habilidad que sea aplicable a dicha prueba. Por ejemplo, para atacar a alguien se debe usar el número de monedas que se tenga en el atributo de Músculo, más las monedas que se tengan en Armas. Para tener éxito, se debe sacar un número de caras que fija el Narrador en función de la dificultad de la prueba requerida, o en el caso del combate, sacar un mayor número de caras que el adversario.
¿No os suena? Algunos piensan que es el germen del Sistema Narrativo de White Wolf, la base de Vampiro, Hombre Lobo, etc etc. solo que sustituyendo monedas por dados de diez y subiendo la dificultad de los éxitos… quién sabe.
Como veis, un sistema extremadamente simple que también puede jugarse con dados en lugar de con monedas, pidiendo resultados pares, por ejemplo. Seguramente es lo que acabe haciendo, porque no sé vosotros, pero hoy día me costaría encontrar las 10 monedas que de media utiliza un caballero en combate. Además, nada puede compararse con la sensación de tirar dados a manos llenas, de ver cómo ruedan, de escuchar cómo suenan al chocar contra la mesa…
Por otro lado, la ambientación es más que propicia. ¿Qué niño no ha soñado con ser un caballero de brillante armadura en la corte del rey Arturo? Torneos, doncellas en apuros, la Mesa Redonda… gasolina para la imaginación. Para nosotros, los que crecimos con La Búsqueda del Grial, quizás ya son pastos muy trillados… pero precisamente por eso podemos revivirlos con muchísima más brillantez para los peques.
O incluso, como le comentaba a Carlos, podríamos pasar de la ambientación por defecto y pasarla a la España de la Reconquista, para ir «cultivando» a la nueva generación. ¿No tendría su punto conocer al Cid? ¿O directamente ser el Cid, al estilo de la antigua serie de dibujos «Ruy Pequeño Cid«?
Sigo dándole vueltas a la cabeza, como veis…






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