Qué ganas de quedarse ahí, de pie, con todo el torrao golpeándole la cabeza. Con lo agusto que estaría en su casa, pasando la calor repantigado en el sofá, con una buena cerveza fresquita en una mano y el mando de su disco duro portátil en la otra, viendo episodio tras episodio de su serie favorita…
De pronto la espada cayó sobre él.
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