Road to Ruins, de The Elders

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Como ya sabréis de sobra, la forma habitual de anunciar la entrada y salida del cole es ese timbre que todos tenemos en mente. El mismo que también señala el comienzo y fin del patio, cual campana de antaño, pero en tiempos modernos.

Pues bien, durante una temporada el cole de mis hijos sustituyó ese familiar sonido por una canción. Pero nunca era una canción entera, sólo su primer minuto. Y solía ser la misma durante los cinco días de esa misma semana.

La mayoría de las veces era un tema muy conocido, lo que garantizaba muchos meneos de cabeza al ritmo del Back in Black después de dejar a los peques, o algún corrillo de pisotones al compás del Believer entre los que iban a recoger a los enanos. También entraba en el repertorio alguna banda sonora, como la de Conan o la de Regreso al Futuro, que a nosotros nos venían de perlas para desempolvarlas en casa y volverlas a escuchar… y ampliar la cultura musical de Pequepirata, que se preguntaba de qué era esa canción.

Y alguna que otra vez, muy de vez en cuando, se colaba alguna joya que no conocía nadie. Como ésta que nos ocupa: Road to Ruins, un tema del grupo (sorprendentemente) norteamericano The Elders.

No superé la Tirada de Salvación contra Fascinación cuando la escuché por primera vez. Sin ninguna letra que encarrilara significados, esa flauta revoloteando me sugirió la imagen de un peque, inquieto y curioso. Un peque creando filigranas en el aire, apoyándose en la intervención espaciada de unos padres que le proporcionan ritmo y dirección armónica… y que saben arroparle, pero también dejar que brille con luz propia.

La imagen fue tan potente que al día siguiente no tuve que otra que tirar de Shazam para identificarla y ver cómo acababa. Y aunque el título de la canción no cuadra para nada con la historia que me había montado en la cabeza (¿Camino hacia las ruinas? ¡no puede ser más rolero!), por fin pude escucharla entera.

Y no me defraudó. La continuación seguía perfectamente esa historia, con todos los instrumentos uniéndose y formando una única canción en la que todos tienen algo que aportar, aunque el revoloteo del pequeño sigue siendo el protagonista. Y me sorprendió la aparición de esa especie de segundo tema que sucede casi sin solución de continuidad a partir del minuto 3:23, donde cambia la melodía y el ritmo. ¿Una nueva vida en un nuevo lugar? Puede ser…

Desde entonces, cada vez que la escucho no puedo dejar de imaginarme a mis hijos como esa flauta, y a esos acordes ocasionales como lo que debería ser mi labor. Y ha quedado vinculada para siempre a un momento muy concreto de mi vida que seguramente no tarde en echar de menos. Bueno, ya lo estoy haciendo… 😢

En fin… hay que ver ¿eh?. Uno nunca sabe cuánto puede impactar en la vida de otras personas un gesto que nos puede parecer insignificante, como poner unas canciones en lugar de un timbre. Así que muchísimas gracias, persona desconocida. Quiera Crom que la mayoría de mis pequeños impactos hayan sido y sean como éste que me has dejado.

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