Recapitulando antes del siguiente Apocalipsis

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Ups. A lo tonto estamos ya en mayo, y la última entrada publicada fue en diciembre de 2021. Creo que va siendo hora de hacer algo para que se vea que el blog no está muerto… allá vamos.

Puede que no haya publicado nada desde entonces, pero escribir sí que estoy escribiendo. De hecho, esta entrada lleva escribiéndose desde finales de enero. Pero el 2022 está viniendo fuerte, y cuando estás terminando algo va y te viene con otra cosa aún más fuerte que te impide acabar en lo que estabas. Así que a ver si consigo sacar esto a la portada antes de… lo siguiente que venga en la cola de desastres.

Un comienzo de año muy positivo

Este iba a ser el título del artículo, porque iba a llevar esta foto de cabecera:

Pero claro, este título hoy estaría rayando en un sarcasmo cruel. Así es este 2022.

La cosa es que di positivo en el maldito COVID el mismo día que volvía al curro, el martes después de las Navidades. A pesar de todas nuestras precauciones, a pesar de haber llevado desde 2020 una vida más recluida que muchos monjes de clausura… pues al final pillé el bicho.

Y lo que para la mayoría no habrá sido muy preocupante, para nosotros supuso un shock. No tanto por mí (aunque nadie puede estar seguro al 100% de no tener algún problema oculto que complique el coronavirus) sino por Fusa, que es asmática. Y es que todas las medidas tan estrictas que tanto nos hemos esforzado en mantener durante los dos últimos años han sido precisamente por ella: para evitar que pillara un virus que afecta al sistema respiratorio, según mantenía desde el principio la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica.

Recuerdo perfectamente aquella tarde, corriendo a encerrarme en un cuarto y comenzando la avalancha de llamadas al trabajo, al teléfono de la Comunidad de Madrid, a la familia… mientras mi Reina se mataba a desinfectar toda la casa. También recuerdo la alegría de que los tests de antígenos de mi familia iban dando negativo.

El día siguiente lo tengo borroso, a través de un duermevela con febrícula y tos… aunque sí se me quedó grabada la mirada asustada de mi Reina por la ranura de la puerta, asomándose de vez en cuando para ver qué tal estaba. Y afortunadamente aquello fue lo peor que pasé. En el segundo día de mi encierro ya podía pensar con claridad y hasta pude teletrabajar un poco, con una tos que ya me acompañaría durante el mes y medio siguiente. Aunque seguí dando positivo en los test hasta quince días después.

Las cosas en casa seguían bien, mi Reina y el PequePirata confinados en el resto de la casa (por protocolos del cole), mientras Fusa tenía que seguir yendo al instituto (por protocolos del instituto).

El tercer día también transcurrió sin novedad. Y ya estábamos respirando aliviados, pensando que lo habíamos conseguido aislar… cuando aquel jueves Fusa comenzó a toser. Y al hacerse la prueba de antígenos dio positivo.

No he conseguido encontrar palabras que plasmen lo que aquello supuso para nosotros. No pude estar presente, pero puedo imaginarme a mi preocupadísima Reina con la procesión yéndole por dentro, mientras trataba de calmar a una aterrada Fusa antes de que ella se aislara en su cuarto. Y aquella noche mi Reina se la pasó entrando cada poco, vigilando la fiebre y temerosa de que tuviéramos que salir en cualquier momento para el hospital.

Peeero no fue así. Es más, al día siguiente Fusa ya se encontraba bastante mejor, con tos y mocos pero sin fiebre. Nosotros respirábamos aliviados, aunque no nos lo terminábamos de creer. ¿Cómo era posible que la (en teoría) más vulnerable hubiera tenido como peor síntoma una fiebre de una noche?

Pues un par de meses más tarde, en abril, salió un estudio que explica por qué los asmáticos tienen incluso menos posibilidades que la población normal de padecer COVID grave. Así que mira por dónde… nos hemos pasado dos años autoimponiéndonos unas medidas draconianas, tratando de evitar algo que al final no le iba a afectar tanto.

Así que durante dos días más o menos estuvimos un poco más tranquilos. Fusa y yo seguimos aislados y estables, y mi Reina seguía ocupándose de la logística con el PequePirata. Pero la cosa se torció cuando el sábado mi Reina empezó a notar unos ligeros síntomas y por la tarde se hizo una prueba de antígenos: positiva. Y el PequePirata negativo.

Hala, todo al garete.

Recuerdo el desánimo que tenía en el cuerpo mientras ordenábamos la casa. No habíamos conseguido frenar al bicho. Estábamos condenando también al PequePirata, que aún no lo había contraído. Y no podía dejar de pensar en ¿qué hubiera pasado si esto hubiera sido un virus mucho más letal?

Así que bueno, esa noche quisimos desquitarnos de la semana que habíamos pasado e hicimos un pedido de hamburguesas (que nos dejaron en la puerta, claro. Seguimos siendo responsables). Y fue entonces cuando tanto Fusa como yo notamos que habíamos perdido el sentido del gusto. Una sensación de lo más curiosa, porque notaba la textura, la temperatura y todo lo demás… pero aquella hamburguesa no sabía absolutamente a nada. Tampoco las comidas de los dos o tres siguientes días, hasta que de pronto me volvió otra vez el gusto. Flipante.

El domingo el PequePirata también dio positivo… y le dio bastante fuerte. Al pobre le había faltado apenas una semana y pico para recibir su primera dosis de vacuna, y estuvo dos noches con unas fiebres altísimas, como nunca había pasado hasta entonces.

Pero la que peor lo ha pasado, con diferencia, ha sido a mi Reina, aun teniendo las dos dosis de la vacuna. Lo primero que notó, curiosamente, es que se le quitó una tos persistente que había arrastrado desde noviembre. Eso sí, a cambio estuvo padeciendo unas náuseas como las del embarazo durante los dos meses siguientes… y en un estado de cansancio permanente. Se pasó un mes y medio tan cansada que no parecía ella misma.

Y encima, a principios de marzo notó que se le desbocaba el corazón y tuvo que ingresar en urgencias, con 200 pulsaciones en reposo. Le consiguieron bajar las pulsaciones y achacaron el fenómeno a un efecto secundario de las pastillas de la alergia. Pero incluso sin ellas, mi Reina seguía con unas pulsaciones mucho más altas de lo habitual, con unos picos realmente preocupantes sin haber hecho esfuerzo alguno.

Finalmente, después de muchas pruebas, analíticas, electros y de acudir a segundas opiniones, han conseguido determinar que esa taquicardia es una consecuencia del COVID. Y que suele desaparecer por sí sola en unos meses o incluso años… pero que no hay más tratamiento que alguna pastilla ocasional para bajarle las pulsaciones.

Así que ya os imaginaréis cuál es mi postura al respecto de la relajación de las medidas, del fin de las mascarillas y de la gripalización de la pandemia. Entiendo el hartazgo, y espero que no os suceda lo que ha tenido que padecer mi Reina.

O algo peor. Que nunca se sabe.

Y de pronto, la invasión de Ucrania

El 24 de febrero ocurrió lo que jamás pensé que ocurriría. De hecho, aunque los informes de inteligencia de EEUU no dejaban de advertirlo, aunque todo el tiempo había noticias sobre cómo se estaban entrenando a los civiles ucranianos, siempre pensé que no era más que una maniobra de Rusia para presionar políticamente y hacer tambalearse los mercados. O una maniobra tipo «Pedro y el Lobo» para hacer quedar a los estadounidenses como unos histéricos.

Y es que yo ya había dejado muy atrás los tiempos en los que creía que algo así podía llegar a ocurrir. Allá por los 80, estando en un colegio militar y en plena Guerra Fría, sí que veía muy posible que en algún momento el Pacto de Varsovia pudiera avanzar sobre Europa y que nos metiéramos en una Tercera Guerra Mundial. Y por eso nuestros Pokemon en el cole eran los aparatos soviéticos y de la OTAN. ¿Es mejor un helicóptero AH-64 que un Kamov Ka-50? ¿Cuántos soldados caben en un transporte BMP-2? ¿A dónde apuntarías un simple RPG-7 para destruir un tanque T-72? Sabernos todas aquellas características y nombres nos daban una cierta sensación de seguridad ante aquellos monstruos que podrían venir a por nosotros.

Y treinta años después, cuando pensaba que a estas alturas ya no existían motivos para una invasión militar en Europa… veo por la tele columnas de T-72 y BMP-2. Con Kamovs y Mil Mi-24 sobrevolándolos.

Curiosamente, creo que el mejor exponente para explicar mi estado es este artículo de El Mundo Today. Cómo iba a escribir sobre frivolidades cuando estaba asistiendo al horror de la guerra. Al bombardeo de ciudades, al exilio y muerte de gente que también creían que aquello ya no podía suceder en pleno siglo XXI.

Lo mismo que creía yo.

Así que durante semanas no he tenido fuerza ni ánimo para seguir escribiendo, mientras asistía aún incrédulo y en shock al desarrollo de los acontecimientos. Sintiéndome orgulloso por primera vez de la Unión Europea, de su unidad y de su conjunto de medidas y sanciones. Y con todo el dolor de desear que interviniéramos más directamente sobre el campo de batalla… y comprendiendo que la cosa se puede ir mucho más de las manos si se interviene directamente en lo militar.

Pero no puedo dejar de aplaudir al presidente Zelensky y su manera de hacer llegar su mensaje a todas partes (incluyendo… ¿la gala de los Grammy?), a esos civiles que han llevado a sus familias a la frontera y se han vuelto para combatir… y a todos los ucranianos que no sólo están haciendo frente a uno de los ejércitos más potentes del planeta, sino que ya han conseguido que fracase su principal objetivo. Y que ya se han ganado el respeto, la admiración y la ayuda del resto del mundo.

Foto de Oleg Tolmachev (@OTolmachev) tomada el 7 de abril de 2022. Click para ir a su tuit.

(Wolverines es el nombre de los guerrilleros juveniles en la película Amanecer Rojo de 1984, uno de mis placeres culpables de aquella época)

Україна точно переможе!

6 COMENTARIOS

  1. vaya, siento que os haya tocado el COVID. Espero que tu señora se recobre pronto y del todo de sus efectos.

    muy bueno leerte de nuevo, 🙂

    hay que retomar los blogs xD

    un abrazo

    • ¡¡¡Eeeese Bester!!! Igualmente, maese, qué ilusión verte. Gracias por los buenos deseos y efectivamente, hay que retomar los blogs, jejeje.

      ¡Otro abrazote!

  2. «Ojalá vivas tiempos interesantes», dice la maldición. Pues bien que nos han maldito en esta dichosa década de la que apenas llevamos nada.

    Cuidados mucho y me uno a lo dicho por Bester.

    Un saludo.

  3. Leche, me salté esta entrada, no sé por qué no la leí en su momento. Siento que el COVID os dejara tan hechos polvo en su momento. Espero que tu Reina esté ya mucho mejor. Nosotros lo pillamos los cinco la semana pasada y, salvo un día con fiebre, la verdad es que lo hemos pasado bastante bien. Toco madera para que no nos salte nada en las próximas semanas o meses (parece que nos ha dado flojito).

    Lo de la guerra de Ucrania pues muy mal, sí es verdad que ver ahora la posibilidad de un conflicto nuclear acojona. La paz es una cosa muy frágil. Y sí, es verdad que se te quitan las ganas de hacer nada. Luego ya te vas acostumbrando pero es normal estar un poco de bajón.

    • Jejeje, normal que no lo leyeras, tengo esto demasiado abandonado.

      Mi Reina ahora está bastante mejor, pero aún no está recuperada del todo. Sigue con el tratamiento contra las taquicardias, y aún nos quedan dos meses para la cita con el cardiólogo… lo que están haciendo con la Sanidad pública no tiene nombre.

      Sobre lo de Ucrania, es verdad que ahora la guerra nuclear no se ve tan cercana… o eso parece, según las noticias. Y 5 meses después ya nos hemos acostumbrado a ver la guerra como un apunte diario más… triste, pero es así. Por otro lado, me resulta rarísimo y fascinante a la vez toda esta «guerra suave» en la que estamos con Rusia. Las sanciones, el envío de armas a Ucrania, el suministro de gas… y aún no tengo nada claro cómo va a acabar todo esto, si es que acaba.

      Y cuando acabe, a ver qué es lo siguiente de la lista…

      ¡Un abrazote y gracias por pasarte!

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