Lo sé, lo sé, llego muy tarde a esto. Hará ya dos o tres años desde que me avisó el Capitán Tendero de lo mucho que me iba a gustar el juego. Pero claro, al verle tan enganchado sabía que yo acabaría cayendo igual de fuerte en la adicción, así que preferí dejarlo pasar. Y desde entonces he conseguido resistir todo lo posible antes de confirmar que… efectivamente, ambos teníamos razón. 😛

¿La culpable? La sociedad. Mi Princesa llevaba una temporada soportando los comentarios de algunos amigos suyos sobre lo bien que se lo estaban pasando con el jueguecito. Incluso llegaron al punto de dejar que lo probara en alguna fiesta de cumpleaños. Combinad eso con unas notazas de fliparlo (qué tía) y claro, el desenlace era inevitable.

Acabé pillándome dos licencias de las de 23 euros, que incluyen el juego clásico en java y una clave para la versión de Windows 10, que es la compatible con las de Xbox, PS4 y móviles que manejan sus amigos. Alguno se echará las manos a la cabeza por semejante gasto. Yo ni lo dudé. Total, sigue siendo menos que lo que cuesta un único libro de los tres que hacen falta para jugar a la próxima versión de D&D. Y no creo que le saque ni la décima parte del rendimiento que le estoy sacando a esto.

Se ha dicho por ahí que Minecraft no deja de ser un Lego virtual. Lo suscribo totalmente. Pero ¡ay lo que engancha! Con eso de que puedes conectarte fácilmente al mundo de otro dispositivo que esté en la misma red local, mi Princesa y yo hemos estado un pelín atareados. Y aparte de trabajar juntos en lo que sale en el vídeo, me ha encantado comprobar que ella lleva dentro el Espíritu Masteril.

Y es que la primera vez que me dejó entrar en su mundo ya me tenía preparada una aventura: había creado un dungeon rudimentario bajo su casa con una trampa de pozo. Cuando conseguí salir de ella me encontré unos carteles que me avisaban de que los esqueletos habían secuestrado a mi hija. Mi Princesa había cavado un pasillo, había puesto esqueletos en una habitación entre medias y se había encerrado a sí misma tras una pared de cristal para que la rescatara. Lo dicho, lo lleva dentro 😀

Bueno, no quiero alargarme mucho más. Os ahorro los detalles sobre el modo supervivencia, apto sólo para los que no lloran cuando lo pierden todo en un abrir y cerrar de ojos, y sobre el Reino Bajo la Montaña que estoy construyendo. Tampoco os aburriré con mis desastrosos comienzos con los automatismos y los circuitos de redstone. Eso sí, se me ha encendido la lucecita cuando he visto que se puede empezar un mundo en modo creativo (sin límite de recursos y pudiendo volar) y luego invitar a jugadores que sufran tu creación en modo superviviencia… Es decir ¡se pueden diseñar dungeons! ñej ñej ñej…

En fin, ya os iré comentando cuando lo tenga más pulido. Mientras tanto ¡gracias por la recomendación, Capitán! 😉

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2 COMENTARIOS

  1. ¡Ay, ay, ay… en buena te has metido! XDDD.
    Nada, nada, tranquilo, que al final se pasa el vicio. Dentro de unos añitos, no te apetecerá tanto jugar JAJAJAJA.

    Bueno, en serio: Si quieres entrar en un grupillo nocturno de padres-abuelos viciaos, no tienes más que decirlo. Somos los ojos del Guadiana en cuanto a días de quedar, pero ahí estamos. Ya te comento cuando te vea.

    Uuun saludazo 🙂

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