La Avispa y Hulk: Operación Brazalete Oscuro

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Algunos recordaréis que, allá por abril de 2014, estuve un poco pesao en Google Plus sobre una trama de La Avispa y Hulk… pero creo es mejor que haga un breve resumen y así estamos todos en la misma página. 😛

Resulta en aquel momento algunos compañeros del cole estaban acaparando a mi Princesa para jugar en el recreo, utilizando lo que me parecía una forma leve de chantaje emocional. Cosas de críos, nada grave, pero me llamaba la atención que mi Princesa fuera incapaz de decir «no» a alguna de esas manipulaciones.

Así que se me ocurrió aprovechar el juego de La Avispa y Hulk que ya conocéis para que se diera cuenta de que tiene otras opciones, a través de una aventura que incidiera de alguna manera en esto. Y es que está muy bien que te digan directamente «tienes que saber decir NO» o que te cuenten un cuento sobre otra persona que lo hizo, pero me parece que es más efectivo experimentarlo por ti mismo, aunque sea en otro ambiente o en otro contexto. Así que tal vez una «experiencia» así podría servirle como apoyo a mi Princesa para que le fuera más fácil negarse cuando lo deseara.

Sin embargo, como no tengo formación en psicología infantil o trabajo social, me quedaba el resquemor de no saber si me estaba pasando tres pueblos con algún detalle que se me hubiera pasado… o todo lo contrario, que quedara demasiado difuso e intrascendente.

Mira tú por dónde, resulta que en esta afición hay un buen número de maestros y de gente acostumbrada a lidiar con más niños que yo, así que ¿por qué no consultarles a ellos las dudas y la construcción del argumento?

Y eso es lo que hicimos en Google Plus allá por abril de 2014, y lo cierto es que quedó un argumento de lo más chulo. Lo único… que hasta fechas recientes no he encontrado la ocasión de jugarlo. 😛

Pero nunca es tarde si la dicha es buena, y he aquí el informe de esta última misión:

La verdad es que ambos nos divertimos con la partida, con La Avispa como absoluta protagonista (como debe ser) y Hulk limitándose a ser una mezcla entre bomba a punto de explotar y alivio cómico, ya que la Operación no necesitaba para nada su superfuerza o su invulnerabilidad.

La incorporación provisional, el cadete Rodrigo, también funcionó bien. Al ser un amigo de mi Princesa, su introducción en el equipo resultó muy natural, y como le conozco bastante me fue muy sencillo imitarle cuando llegó la escena clave: El «porfavorporfavorporfavor déjame a mí el brazalete» 😛

Lo único que me faltó fue revolcarme por el suelo, porque recurrí a prácticamente todos los recursos de un niño de 7 años. Pedí por favor, supliqué, recurrí a la compasión, a la comprensión de querer ser también un superhéroe, amenacé con no volverle a hablar, con decirle a todo el patio que era una mala amiga, a no hacer jamás ningún favor y, cuando todo eso fracasó me puse a sollozar y a abrazarla pidiendo que se lo dejara sólo un ratito. Vamos, que lo intenté todo menos intentar robar el brazalete.

Y en todo momento mi Princesa no tuvo ni un resquicio de duda. Su respuesta siempre fue un rotundo «no», a veces entre risas, claro, pero la mayor parte de las veces con un semblante que era un muro mucho más frío e impenetrable que el de Poniente: ojos entrecerrados y aburridos y voz indiferente y mecánica.

En la conversación posterior me dijo que tenía muy claro que su amigo acabaría poseído por el brazalete. Yo le confirmé que habría pasado justo eso… y ahí aproveché para incidir: ella no quería que el cadete se convirtiera en un supervillano, y fue capaz de decir que «no». ¿Sería capaz de recordar todo lo que sintió siendo La Avispa cuando quisiera negarse en otras ocasiones?

Pues… la verdad es que de momento no lo parece, ya que de vez en cuando sigue diciendo que le «imponen» horarios de juego. Tsk.

En fin, tampoco esperaba un cambio espectacular. Veeeenga, vaaaale, tal vez alguno pequeño 😛 Pero esto no deja de ser un juego, y su objetivo principal (el tiempo y las risas que nos hemos pasado juntos) lo hemos alcanzado con sobresaliente. La utilidad educativa era interesante, sí, pero bueno, al final no dejaba de ser un bonus 😉

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3 COMENTARIOS

  1. No sé, igual ahora sí es hora de que hables con tu Princesa cuando salga el tema del patio y que le preguntes porqué no les dice que no a sus amigos. Y quizás en esa conversación podrías recordarle como La Avispa supo decir que no cuando tenía una razón para hacerlo y ella encuentre los motivos para hacer lo mismo. Igual es que, como bien dices, son cosas de críos y en el fondo ella no quiere decirles que no…

    Y oye, siempre desde el respeto a que eduques a tu hija como consideres oportuno, que sé que los consejos no pedidos suelen no ser bienvenidos… 😀

    • ¡En absoluto, Sr. Rojo! Siempre aprecio los consejos cuando vienen así, con delicadeza y buenas intenciones. Y más cuando aportan mucho más que el consejo en sí. En este caso, gracias a ti me doy cuenta de que he resumido demasiado el post-partida, cuando es muy posible que se os ocurran otros ángulos para abordarlo con mayores probabilidades de éxito que las que yo tuve.

      Lo cierto es que la partida tuvo lugar hace un mes y pico, y desde entonces hemos tenido esa conversación que comentas dos o tres veces, justo en los términos que apuntas: «recuerda cómo te sentiste cuando eras la Avispa y dijiste que no». Pero han habido un par de cosas que me han convencido de que no debo darle más importancia al asunto.

      La primera es lo que me dijo mi Princesa sobre la partida hace un par de días, cuando volvió a salir el tema: que le resultó muy fácil decirle «No, no y no» al cadete porque, a fin de cuentas, el que estaba detrás seguía siendo su padre, no un amigo suyo de verdad. Así que en realidad no hubo tanto factor emocional al que poder agarrarse como yo esperaba, sino sólo los motivos racionales que mencionas… y aun así estos motivos «no son lo mismo» que lo que le pasa en el patio.

      Y lo segundo fue una tutoría que tuvimos con su maestra, al final de la cual mi Reina y yo le sacamos este tema un poco de refilón. La respuesta de su tutora fue que no veía especialmente agobiada a mi Princesa durante los recreos, y que más bien le parecía que todo este tema de los «horarios de juego» sería un juego en sí mismo. Esto, junto con algunos comentarios y comportamientos que hemos observado por nuestra cuenta y viendo un poco el conjunto, lo cierto es que me cuadra bastante.

      En fin, supongo que hay que tener en cuenta estas circunstancias periféricas a la hora de abordar la utilidad del rol como «simulador social» para temas similares. Tal vez con un máster distinto, como un profe o alguien con quien no tenga confianza, el resultado se acercaría más a lo que tenía en mente.

      Y… de nuevo muchas gracias por todo, Sr. Rojo. Ya ves que tu consejo y comentario ha dado para bastante 😉 ¡un saludete!

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