No sé si habré comentado por aquí que mi Reina y yo llevamos ya unos cuantos meses viendo Stargate SG-1. Actualmente vamos por la novena temporada, pero, como vamos a un ritmo endiablado y aún nos falta hacernos con la décima temporada, mientras esperamos nos hemos puesto con la primera de este spin-off.
Y después de ver los primeros episodios lo que me ha venido a la cabeza es ¡pero si esto es un sandbox cojonudo!
Veamos. La premisa de la serie es que el SG-1 descubre cómo llegar a Atlantis, una ciudad de los Antiguos, la raza que construyó los Stargates. Lo malo es que está en otra galaxia y para llegar a ella hace falta suministrar una barbaridad de energía al Stargate, mucho más de lo que es posible generar con nuestra tecnología. Menos mal que se dispone de una fuente de energía alienígena, recuperada por el SG-1, pero aun así el esfuerzo la agotará. Es decir, que sólo se podrá abrir una vez desde la Tierra. Por este motivo se decide enviar toda una expedición científica multinacional, con algunos militares, para montar una base y estudiar la tecnología de los Antiguos, pensando que allí ya encontrarán mogollón de fuentes de energía para abrir el Stargate de vuelta.
Pero claro, cuando llegan resulta que la base es un pedazo de ciudad-nave espacial a la que ya casi no le queda energía después de miles de años abandonada, con lo que tienen que enchufar sus propios generadores para que funcionen los sistemas básicos y poco más. Así que lo que iba a ser un picnic se convierte en un problemón con cada vez más frentes.
El más importante es la propia escasez de energía. No sólo tienen que racionar la que tienen, es que hace falta mucha más para poder reactivar zonas enteras de la ciudad o los escudos de la misma, no digamos ya para volver a abrir el Stargate a nuestra galaxia. Una muy buena razón para que los expedicionarios se lancen a explorar mundos cercanos, registrando ruinas y contactando con civilizaciones de la zona… lo cual les lleva a más problemas, claro.
Y es que las civilizaciones de esta galaxia están bastante más picardeadas que las de la serie original. Desde mundos que no ayudan si no se les paga al contado a facciones que podrían estar más o menos de acuerdo contigo, pero que te montan una invasión en cuanto te descuidas. Será porque se huelen que los terrestres son pocos, o porque Atlantis es un premio muy goloso… o por las dos cosas a la vez. Así que los expedicionarios han dejado a un lado aquella actitud ingenua de «soy de la Tierra, tengo tecnología avanzada y vengo a ayudaros porque yo lo valgo» para ir con mucho más cuidado o incluso farolear ante extraños sobre su identidad, su número y sus intenciones.
Si ya este clima de falta de confianza y desunión es un peligro en sí mismo, la cosa se vuelve peor cuando descubres que hay un enemigo común mucho peor y más poderoso, que se rumorea fue quien acabó con los Antiguos. Cada cincuenta o sesenta doscientos o trescientos años (gracias por la corrección, maese Athal Bert) la amenaza despierta y arrasa con toda la población humana, dejando en cada mundo unos cuantos supervivientes para repoblar. Adivinad quiénes adelantan ese despertar accidentalmente 😛
¿Os parecen suficientes problemas? Pues por si fuera poco resulta que su propia base es todo un misterio: una inmensa ciudad por explorar, llena de niveles, habitaciones y rincones que pueden contener información y artefactos de utilidad desconocida, pero también entidades que se han quedado atrapadas allí por vete a saber tú qué motivos y desde hace cuánto tiempo. Sí, amigos, ¡viven en las primeras salas de un dungeon!
Vamos, que como punto de partida para un sandbox no se me ocurre nada más completo y lleno de posibilidades. Muchas dificultades que rivalizan en el orden de prioridad, acciones con consecuencias palpables inmediatas y alrededor un montón de localizaciones interesantes que explorar, incluso sin salir de la base. ¡Una auténtica mina!
Y tann transplantable con un par de cambios a cualquier ambientación… MUAHAHA
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